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Sé de un gran hermano

Por: Yurina Piñeiro Jiménez
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Quiso el destino que no abandonara a Sergio, ni siquiera en la hora más lúgubre, y aquella terrible noche, Luis entregó su vida en defensa de su hermano. Foto: Archivo

“Se irguieron verticales ante la vida, como lo hicieron ante la muerte”.

Esther Montes de Oca

Atarse al cuerpo gran cantidad de cartuchos de dinamita en medio de un desfile, apaciguar una pelea entre jóvenes de bandos contrarios o poseer talento en la oratoria y la literatura fueron muestras de grandeza, mas su acto magnánimo fue por amor.

Su hermano, menor que él, se encontraba frente a la taquilla del cine “Martha” del poblado pinareño de San Juan y Martínez, cuando un individuo se le acercó y lo increpó a que se dejara registrar, a lo cual contestó que él no era nadie para hacerlo (pues el intruso vestía de civil y no se identificó). Pero acto seguido, el esbirro lo llevó hasta la acera de la calle y comenzó a golpearlo de forma abusiva con una fusta.

Luis que estaba en la esquina de las calles Estévez y Rivera, enfrente de la Casa de Socorros, al advertir el maltrato del que era víctima su consanguíneo, avanzó hacia el lugar de los hechos gritándole al verdugo que no continuara atropellando a su hermano. La respuesta al reclamo fue un certero disparo al corazón y luego acribillar a balazos a quien él defendía.

Aquel 13 de agosto de 1957, la Patria cubana perdió a dos hijos valiosos: Luis Rodolfo y Sergio Enrique Saíz Montes de Oca, de 18 y 17 años, respectivamente. Hoy 4 de noviembre de 2020, Luis pudiera cumplir 82 años, sin embargo, aquella bala enemiga le arrancó la vida no solo a un excelente patriota, sino también a un admirable escritor, compañero, hijo, hermano…

La Patria primero, luego él

Tanto en el Instituto de Segunda Enseñanza de Pinar del  Río, como en la Universidad de La Habana, donde cursó el primer año del doctorado en Derecho y en la militancia del movimiento revolucionario en San Juan y Martínez, Luis demostró que la Patria estaba primero que todo.

El día del entierro de Ormani Arenado, -joven pinareño que murió el 13 de marzo de 157 durante el asalto al Palacio Presidencial-, los hermanos Saíz dejaron su San Juan para asistir al sepelio y fue el mayor de los Saíz, quien ante la idea de algunos miembros del Movimiento de realizar un entierro pacífico, ordenó a Sergio que trajera una bandera grande y desde ese instante se hizo combativa  la manifestación de duelo.

“A mí me tocó en la primera fila al lado de Luisito, que iba con su guayabera blanca. No olvidaré su voz enérgica y acusadora gritando: ‘¡Muerte a Batista!’ ‘¡Abajo el dictador!’ ‘¡La cabeza de Batista!’”, contó Silvio Martínez, quien en esa etapa fuera secretario del Movimiento Estudiantil Revolucionario de Pinar del Río, a los autores del libro Brisa Nueva.

Su convicción de que la Patria era la prioridad también la demostró aquella ocasión en que se encontró con Segundo Rodríguez, uno de los que intentó sabotear su candidatura a la presidencia de la Asociación de Alumnos del Instituto.

Rodríguez testimonió que después de aquel altercado, coincidió con Luis y este lo llamó. “Yo pensé que la pelea se iba a reanudar y me acerqué preparado para lo que fuera. En eso Luis, sin esperar mucho me dijo: ‘La bronca de ayer fue un mal entendido, nosotros luchamos por tumbar a Batista y somos revolucionarios. Hemos averiguado y sabemos que ustedes están en lo mismo. Por eso lo que tenemos que hacer es unirnos y luchar por la misma causa”.

Entre los verdaderamente buenos

Aquel 13 de agosto de 1957, la Patria cubana perdió a dos hijos valiosos: Luis Rodolfo y Sergio Enrique Saíz Montes de Oca, de 18 y 17 años. Foto: Archivo

Personas que le conocieron contaron anécdotas que muestran a Luis como un joven con aprecio hacia sus camaradas.

“En uno de los años, creo que 1955, en que se celebró el Día de la Dignidad Pinareña, éramos muchos estudiantes distribuidos por la calle principal (Martí) (…) Cuando enviamos a un compañero a recoger una gran cantidad de cartuchos, Luis se negó a que los trajera en la mano y se los ató al cuerpo con cordeles, así llego hasta mí”, rememoró Rosalba Bencomo, miembro en ese período de la dirección del Movimiento 26 de Julio en Pinar del Río.

Durante un año, Juan Oscar Alvarado compartió con Luis en la Universidad de La Habana, pues ambos estudiaban Derecho. En carta de condolencia enviada al padre de los Saíz, este le hace saber que se sentía honrado por haber tenido la amistad de uno de sus hijos.

“Pude apreciar su valor juvenil, su calidad de amigo y su decidido entusiasmo por las causas justas y dignas. Llegado el momento de separar a tantos jóvenes mediocres que en Cuba padecemos de los verdaderamente buenos, él se hallaba imprescindiblemente entre estos últimos. Precisamente por ser bueno y digno consigo mismo y con los demás, es que ya no podremos estrechar su mano amiga”.

Hidalguía también en las letras

Tanto en el Instituto de Segunda Enseñanza de Pinar del  Río, como en la Universidad de La Habana, donde cursó el primer año del doctorado en Derecho, Luis demostró que la Patria estaba primero que todo. Foto: Archivo

A sus múltiples virtudes como ser humano, sumó el talento del arte literario. El mayor de los Saíz escribió poesía, cuentos y artículos políticos, con los que también ganó respeto y admiración de sus compañeros.

Documentos como: La verdad del ómnibus estudiantil, El problema racial en Cuba, Las elecciones quedaron atrás y Abraham Lincoln: el leñador de Kentucky, reflejan madurez política y fidelidad a los ideales martianos.

Uno en especial, Abraham Lincoln: el leñador de Kentucky, revela las potencialidades de Luis en la oratoria. Así dice un fragmento de dicho escrito: “nosotros, que ni somos enemigos acérrimos de todo lo Yanqui, ni amantes fanáticos del hermano rubio, sino que solo creemos en la justa y real apreciación de los hombres y los países, queremos rendir un pequeño homenaje a la memoria de Abraham Lincoln.

“Le decían el ‘Honrado Abraham’ y no era por mera pose, tan común en nuestros días de políticos inescrupulosos, y de plumas mercenarias que fabrican y adjudican adjetivos a los más impuros y a los más lacrados”.

La misma intensidad de este discurso, la encontramos en los versos románticos que escribió. Joven al fin, experimentó pasiones, sueños, deserciones… Por ello en su obra encontramos líneas tan vehementes como el poema También.

“Si crees que algún día
podré yo olvidarte.
Si imaginas que tu amor
pasará al olvido;
quiero que sepas
por última vez ,
que lo bueno, lo puro,
lo santo y sagrado
que tuvo tu amor,
eso… ¡nunca lo olvidaré!
Pero si intentas que recuerde
los duros instantes de desolación,
los momentos tristes de tu traición;
debes comprender que esos,
de fatal recordación,
de llantos y penas sin fin,
de continuo reproche,
de triste negación;
esos…esos momentos
que recordar no quiero,
¡también viven en mí!”

Luis Rodolfo Saíz Montes de Oca fue un intelectual prominente en su época, patriota digno, buen compañero, amigo, pero, ante todo, un excelente hermano. Dada su condición de hijo mayor, siempre intentó guiar y proteger a Sergio. Según testimonio de Silvio Martínez, secretario del Movimiento Estudiantil Revolucionario en Pinar del Río en dicho período, días antes de su asesinato, Luisito lo visitó y le dijo: “Ha llegado el momento de dirigirnos a la Sierra Maestra, tú me acompañarás con mi tío Enrique, Sergio se quedará con los viejos y luchando aquí”.

Quiso el destino que no abandonara a Sergio, ni siquiera en la hora más lúgubre, y aquella terrible noche, Luis entregó su vida en defensa de su hermano.

En video, Hermanos Saíz

Vea además:

Luis y Sergio Saíz Montes de Oca: dos hermanos, una misma causa

Se han publicado 3 comentarios



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  • Amaya dijo:

    Recuerdo la visita que en diciembre de 1991 el GE Raúl Castro realizó a la provincia por varios días, en la segunda jornada fuimos a la casa museo de los Hermanos Saiz, allí al salir de la casa junto a Esther la madre, le dijo a la poblacion que lo esperaba que esta era una "casa santuario"

  • S.O.S dijo:

    Que valientes muchachos Luis y Sergio, a pesar de su juventud, erán grandes, inmensos, visité varias veces su casa natal, Esther Montes de Oca, orgullo de San Juan y Martínez, tener una mujer tán valerosa, el 13 de agosto de 1957 se apagarón dos estrellas de inmensa luz.

  • Zugor dijo:

    Sí, el mío.

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